
I
Exiliado en España a causa de su herencia familiar y con un impulso único por sobrevivir a través de la literatura, Alfonso Reyes inaugura en 1916, junto con Martín Luis Guzmán, la columna “Frente a la pantalla” en el semanario España, fundado por José Ortega y Gasset. Ambos escribirán durante los siguientes años bajo el seudónimo “Fósforo”, en una época en la que el cine —aún considerado una insólita técnica que no terminaba de consolidarse como arte— provocaba en ellos una profunda atracción por su capacidad de sentar las bases de un nuevo mundo.
El poder prodigioso que encontraba en el cinematógrafo era el de la promesa de nuevas emociones, y su crítica —variada, personal y tópica— lo refleja. La elección de firmar sus textos no con su nombre, sino con el seudónimo, es prácticamente una revelación. El fósforo no es el fuego en sí, sino su posibilidad. Y la crítica cinematográfica, de la que en ese momento él fue pionero, ha sido, a lo largo del tiempo, eso: el riesgo, pero también la emoción, la dicha, el encanto, el peligro de poder incendiar algo. El incendio no como destrucción, sino como la belleza de ser capaces de iluminar con la palabra.
Años después, al recuperar sus notas cinematográficas y siendo ya un autor consolidado, Reyes declara la muerte de “Fósforo” y escribe como epitafio, “aquí yace uno que desesperó de ver revelarse un arte nuevo”. Lo que nunca pudo haber imaginado es que, décadas después, su legado —esa desesperación de revelar los secretos que sigue escondiendo el ahora llamado séptimo arte— continuaría con las reflexiones e impulso de un puñado de jóvenes entusiastas que surgirían del Concurso de Crítica Cinematográfica que hoy día lleva su nombre y que desde hace quince años se ha presentado de forma ininterrumpida en el Festival Internacional de Cine de la UNAM, construyendo así un espacio de encuentro donde se ha hecho indispensable repensar las estéticas del presente y desarrollar una capacidad de análisis que permita expandir nuestras percepciones sobre el quehacer cinematográfico.
Porque ¿para qué es el cine sino para hablar de él, debatirlo, expandirlo, cuestionarlo? Escribir sobre una película es erigir un puente entre tierras desconocidas. Cruzarlo no supone necesariamente unir fronteras, pero establece un diálogo que nos permite dirigir la mirada a los paisajes y entresijos del otro; sus dimensiones desconocidas, ahora vueltas cercanas.
A lo largo de todos estos años, los participantes del concurso han examinado la obra de cineastas como Rafi Pitts, Abbas Kiarostami, Nicolás Pereda, Yulene Olaizola y Valeria Sarmiento, entre muchos otros. Esto ha dado como resultado un nuevo aliento a la comunidad crítica cinematográfica del país, que a lo largo de las últimas décadas ha logrado consolidar su posición de vanguardia. Estas nuevas voces marcan, entonces, un antes y un después en la forma en que nos acercamos a este oficio —muchas veces calificado como malsano, arbitrario o innecesario—. La institución de un escenario abierto y sensible como lo es este Concurso, permite acercar a las plumas noveles y entusiastas a una conversación que parecía ser solo para unos cuantos, poniendo a su alcance la crítica como un cosmos donde el aprendizaje y la provocación conviven para descubrir los horizontes a donde el cine es capaz de llevarnos.
Ahora, este ímpetu da lugar a un nuevo espacio que busca ser un puente entre el conocimiento y la expresión creativa de las nuevas generaciones: Fósforo UNAM. Revista digital de crítica cinematográfica. Este proyecto surge con el propósito de dar voz a comunidades emergentes que aspiran a expandir el pensamiento en torno al cine mexicano y su realización. Así, se convierte en una adhesión pertinente a los logros ya consolidados en materia cinematográfica de la Filmoteca UNAM desde hace 65 años.
Jorge Márquez, en su texto ganador del concurso en el 2015 y a propósito de Los Ausentes (Nicolás Pereda, 2014), se pregunta: “¿Para qué sirve hacer películas que a nadie le interesan?”. Y ese podría parecer el cuestionamiento esencial que se hace la crítica: ¿Para qué escribir si nadie parece leernos ni interesarse en nuestras inquietudes y argumentos? Por supuesto, hay cierta falsedad en esta interrogante. Cada vez más se expande la cinefilia y la necesidad de debatir sobre ella, pero persiste esa sensación de desconcierto frente a lo que hacemos. Tal vez la respuesta más sencilla sea: para encontrarnos con los demás, para mantener viva la controversia, el debate, pero también el convivio de quienes saben mirar más allá de sus propias razones y creencias, y tienen la gracia de compartirlo sin esperar nada a cambio, salvo la oportunidad de tejer un lazo amigo.


II
Así como Reyes ha sido el emblema de “Fósforo”, el cineasta sueco Ingmar Bergman ha sido el baluarte luminoso de la Cátedra Extraordinaria en cine y teatro que lleva su nombre desde el 2011. Bergman, gran apasionado y realizador en estas dos disciplinas, creó una obra disruptiva, sensual y llena de frescura que siempre apostó por lo personal: por reflejar sus inquietudes, miedos y deseos. Fuera de la maestría técnica e intelectual de la que era capaz, quizá lo que ha hecho tan emblemático su trabajo es la susceptibilidad con la que mostraba la condición humana y su praxis artística. Y es ese principio de fragilidad frente a lo que se hace lo que parece ser el leitmotiv de la Cátedra, porque hay un encanto particular en la vulnerabilidad que surge del encuentro con los otros, con sus dudas, intereses y motivaciones.
La labor que han llevado a cabo durante quince años ha consistido en replantear las formas de imaginar el teatro y el cine desde el presente; ver que otros modelos narrativos son posibles. Su red de colaboradores abarca más de 40 países y 5 continentes, entre los que destacan nombres como el de Apichatpong Weerasethakul, Boris Schoemann, Lucrecia Martel, Judith Butler, Angela Schanelec y colectivos como Lagartijas Tiradas al Sol o Teatro Bola de Carne, pero también creadores jóvenes como Tania Hernández Velasco, Salvador Amores, Ana Valeria Becerril, La Compañíasauria o la Vincent Company para actores y no-actores fracasados. Todos ellos han hecho de la Cátedra un hito en la construcción del conocimiento, ensayando nuevas formas de comprender el mundo que nos rodea y las preocupaciones que, desde la escena y la realización cinematográfica, podemos compartir con los demás. Así, descubrimos que la realidad también se inventa y que está en nuestras manos moldearla con la ternura, la comprensión y la seguridad de quien ama la práctica artística y busca explorar su multitud de significados. Hacer una pausa y reconsiderar: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?

III
A pesar de todos los progresos tecnológicos que pretenden sostenernos, es innegable que la comunicación auténtica con nuestros coetáneos sufre una falla sustancial. Nos es difícil ceder e imaginar que hay, en el diálogo, aristas que no habíamos observado. Y ese contacto, esa delicadeza con la que podríamos acompañar nuestro deseo de expandir el saber, parece haberse convertido en un mito. Por eso iniciativas como el Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes “Fósforo” y la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman en cine y teatro, son necesarias y urgentes. Siguen abriendo un camino necesario, aunque difícil de transitar. Permiten acercarnos, abrazar la alteridad y sensibilizar nuestras vivencias y perspectivas.
En A puerta cerrada, una de las obras de teatro más célebres de Jean-Paul Sartre, aparece la famosa cita: “El infierno son los otros”, que encapsula el ardor y la furia con los que se desarrollan las relaciones humanas. Sin embargo, según el propio autor, pocos parecen recordar la otra cara de la moneda: el paraíso son los otros. Para Sartre, esta máxima era a la vez sencilla y compleja, ya que alcanzarla implica preocuparse verdaderamente por los demás, algo que solo puede sostenerse de forma continua en el seno de una colectividad. Podemos entonces encontrar en ellos las utopías que nos han sido negadas, arrebatar esas conexiones que por tanto tiempo hemos olvidado. Perseguir el fuego, unos con otros, y así, mantener vivo el incendio.
Agradecimiento especial a mi compañera Diana Galán por inspirar el título de este texto.


César Mariano Martínez Carrera y facultad: Facultad de Artes y Diseño
Una semblanza breve: Con más de siete años de experiencia en fotografía y video, así como entusiasta del cine, teatro y literatura, captura historias con visión creativa para inspirar nuevas reflexiones sobre la imagen y explorar los entresijos de las narrativas visuales.
Carrera y facultad: Facultad de Artes y Diseño
Una semblanza breve: Con más de siete años de experiencia en fotografía y video, así como entusiasta del cine, teatro y literatura, captura historias con visión creativa para inspirar nuevas reflexiones sobre la imagen y explorar los entresijos de las narrativas visuales.
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